Los lentes de David Lynch: ¿es el sol o son los flashes de una explosión nuclear?
En esta entrega de Inteligencia Natural hablaremos del miedo renovado a la bomba atómica, la interrogación política detrás del miedo a la tecnología y la idea pesimista de un "futuro brillante".
Hay un simpático video de David Lynch circulando por las redes, casi en las fronteras del meme: el cineasta aparece con unos lentes de sol admirando (o protegiéndose de, no queda claro) un futuro que luce “muy brillante”. El video en cuestión pertenece a una serie de reportes del clima de Los Ángeles que Lynch dió en su canal de YouTube durante la pandemia y que ha sido retomado recientemente como cápsula motivacional en el flujo de videos cortos de Instagram. Es difícil leer a Lynch. El suyo es un gesto que parece optimista, incluso ingenuo, pero que toma un inquietante tono noir a la luz de la vejez cansada y el je ne sais quoi fúnebre que siempre ha acompañado al creador de la primera Dune.
Han cambiado muchas cosas desde aquel verano de 2020 en que Lynch se puso las gafas oscuras del porvenir. Especialmente la composición de nuestros miedos.
Pasados los capítulos del blackout mundial, el terrorismo islámico, la gripe aviar, el colapso financiero, el virus letal del Covid-19, llega la hora renovada de la bomba atómica. El renacimiento de los temores de una guerra nuclear –revelados en varios productos culturales recientes, desde películas y series como Oppenheimer y Punto de inflexión hasta novelas como Maniac y Membrana1–, la sensación muy real de que estamos en una secuela de la Guerra Fría, el posible estallido (o tal vez la confirmación) de una Tercera Guerra Mundial a partir de las tensiones entre la OTAN y la Rusia de Putin, con el telón de fondo bélico en Ucrania, Gaza, Yemen, Birmania, Sudán, etc., no parecen delirios de youtubers conspiranoicos, sino retazos de realidad que se acumulan en la mente agobiada de una humanidad que vuelve a enfrentarse a la idea de su propia extinción.
Tanto las películas como los libros que mencioné antes abordan más o menos lo mismo: los dilemas éticos sobre el uso de la tecnología y la posibilidad de ser exterminados por nuestros propios inventos. Este énfasis en el miedo y no en la esperanza hacia el progreso científico-tecnológico tiene, a mi parecer, dos motivos: el primero es el avance acelerado de la inteligencia artificial y la angustia de que las máquinas podrían, si no acabar con nosotros, al menos sí suplantarnos. El segundo tiene que ver con la degradación de la política a un subproducto del espectáculo, lo que origina ese pánico a la vez tan evidente y tan difícil de nombrar: ¿en manos de quién estamos? ¿En quién podemos confiar?
Daniel Ellsberg, activista contra la guerra nuclear y archienemigo del Pentágono, reveló en uno de los capítulos de Punto de inflexión que, contrario a lo que pensaba el mundo de entonces (que Brézhnev, Gorbachov, Kennedy o Reagan eran los únicos autorizados para oprimir el botón de la bomba atómica), cualquier oficial de los mandos medios podía decidir volar el mundo con un dedo. Esto significa que un hombre común, con cierta posición en la jerarquía militar y suficiente confianza en su criterio patriótico, podía responder con armas nucleares a cualquier evento que interpretara como amenaza a la seguridad nacional.
¿Quién podría apretar ese botón hoy? ¿Un magnate inmobiliario chiflado, un filántropo con delirios mesiánicos, el CEO de un imperio tecnológico, un robot? ¿Quién? Por eso, creo, estas series y novelas repasan las figuras de los genios (desde Alan Turing hasta Johnny Von Neumann y Robert Oppenheimer) como víctimas insospechadas de sus creaciones, como justicieros ingenuos y a veces como niños prodigios en complejos militares donde se libra la lucha definitiva entre el bien y el mal, porque ya no nos interesa tanto celebrar los alcances del ingenio como conocer los límites de la moral.2
Desde No mires arriba, la polémica película con Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence donde la ciencia y el saber quedan aplastados por la banalidad del establishment, hasta Dejar el mundo atrás, la ópera prima de los Obama que imagina una guerra híbrida entre ciberterrorismo y lucha armada contra los humanos, se viene manejando la misma idea paranoica del fin del mundo, de algo que se acaba y que todavía no sabemos nombrar. Yo sospecho que se trata de Occidente, de la idea de Occidente. Distopías orientales a un lado, el desprecio por la ciencia y el terror a la tecnología traslucen una enorme interrogación a la política.
Esta percepción colectiva de asedio no solo por nuestra especie, sino por sus creaciones y derivados maquínicos (algo así como el robot es el lobo del hombre) puede tomar la forma de un gigantesco hongo luminoso, un perro mecánico que aniquila personas o un cursor que reproduce el lenguaje humano con una terrorífica exactitud. En virtud de los efectos y los afectos, Ivy Mike y Chat GPT producen una tensión similar sobre nosotros, la gente de a pie: la sospecha de que hemos creado monstruos peligrosos.
A estas alturas no sé si los lentes de David Lynch son los Rayban de Meta o las gafas contra rayos gamma que usaron los científicos aquella madrugada en Alamogordo. En el fondo no sabemos si la luz de ese “futuro brillante” viene del sol o de la atmósfera incendiada por una bomba de hidrógeno que un HDP de carne y hueso o un dron militar no tripulado por fin se atrevieron a lanzar para reclamar su poderío en una tierra arrasada.
Lo que sí sé es que el optimismo sardónico e inevitablemente noir de Lynch se alinea con formas del pesimismo militante que pueden ser útiles para entender el mundo en que vivimos y, acaso, encontrar maneras de pensar más auténticas, al margen del marasmo y la repetición.
Quiero creer en David Lynch y quiero creer que sus lentes son Rayban, aunque este texto me contradiga.
El Noticiero del Ocio y la futurología artificial de Cory Mandefoy le ceden hoy su espacio al siguiente anuncio:
Siguen abiertas las inscripciones al Taller de Lectura: Psicosis, capitalismo cibernético y terapia, el primer evento formativo de Inteligencia Natural.
En este taller, exclusivo para los suscriptores de Inteligencia Natural, descubrirás algunas claves para entender el caos del presente, rastrear explicaciones en el pasado e imaginar el futuro desde una perspectiva estimulante, crítica y libre. Yo voy a impartir una a una las clases, de la mano de los textos del filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi, con la intención de construir un espacio para analizar y compartir perspectivas de emancipación a partir del pensamiento y el placer intelectual.
¿Cuándo será el taller?
Los miércoles 1, 8, 15 y 22 de mayo de 2024, a las 5 p.m. hora de Ciudad México. Serán cuatro sesiones de 1 hora.
¿Cómo lo haremos?
Vía WhatsApp, donde compartiremos ideas, preguntas y comentarios sobre el libro.
Todos los recursos (lecturas, notas de voz, comentarios) quedarán guardados en el grupo privado de WhatsApp, así que podrás repasarlos cuando quieras, incluso si faltas a alguna clase o no puedes conectarte a la hora exacta.
¿Cuánto cuesta el taller?
Este es un taller exclusivo para los suscriptores de Inteligencia Natural. Eso significa básicamente dos cosas: que no lo anunciaré fuera de este entorno y que, por esta vez, no tendrá costo.
¿Cómo puedo inscribirme?
Muy sencillo: invita a tres (3) amigos a suscribirse a Inteligencia Natural con este botón:
Una vez tus amigos se suscriban, tú recibirás automáticamente el acceso al taller vía correo electrónico.
Importantísimo: envíalo a tres personas que realmente puedan leer, disfrutar y comentar lo que hacemos aquí. Eso garantizará que esta comunidad crezca con las personas correctas y siga siendo un espacio pertinente y confiable.
Podrás invitar a tus amigos desde este momento hasta el martes 30 de abril, para que tu inscripción sea válida.
¿Debo comprar y leer el libro antes del taller?
No necesariamente. Yo les compartiré los ensayos selectos que leeremos cada semana. Por fortuna, el libro Medio siglo contra el trabajo tiene una licencia que permite compartir los contenidos con cierta libertad. Si quieren comprarlo y leerlo antes, magnífico. Es una joya de libro.
Cualquier duda que tengan, escríbanme por acá.
Este es el primero de una serie de eventos exclusivos que quiero organizar con ustedes.
Hagamos que este experimento funcione.
La cita del día
Tomo la cuarta declaración del Manifiesto del posfuturismo, un texto de Franco “Bifo” Berardi escrito en 2009 e incluido en el libro que leeremos en el taller, como epílogo elegante (y a la vez como antídoto) de la entrega de hoy:
Afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la autonomía. Cada uno tiene su ritmo y nadie debe ser obligado a correr a una velocidad uniforme. Los automóviles han perdido la fascinación de lo raro y sobre todo ya no pueden desarrollar la tarea para la cual fueron concebidos. La velocidad se ha vuelto lenta. Los automóviles son inmóviles como tortugas estúpidas en el tráfico ciudadano. Solo la lentitud es veloz.
Franco “Bifo” Berardi. Medio siglo contra el trabajo.
Recuerda: Apenas tus tres (3) amigos se suscriban, te llegará automáticamente un correo electrónico con las instrucciones y el acceso al taller de lectura. Esto podrás hacerlo hasta el martes 30 de abril, para que tu inscripción sea válida.
Si bien la novela de Jorge Carrión no trata específicamente sobre la bomba atómica, sí imagina escenarios catastróficos –incluida la extinción de la raza humana– causados por el poderío absoluto de la tecnología y la lógica de la ciencia subordinada a la guerra.
La serie de Netflix Einstein y la bomba, por ejemplo, se ocupa no de la fascinación por la ciencia y el progreso, sino de los dilemas morales del físico alemán frente a Hiroshima y Nagasaki.
Los lentes de Lynch quizás son los de Neo 👀