¿Por qué suscribirme a Inteligencia Natural?
Las últimas estadísticas del Efecto Flynn lo dicen casi a gritos: la capacidad cognitiva de la humanidad está en el nivel más bajo de su historia. Causas posibles: sobrecarga de información, estancamiento intelectual, dependencia de las máquinas.
Tenemos dispositivos más potentes, pero una memoria más débil. Un chatbot puede darnos consejos de vida y tomar decisiones por nosotros. Solo hay que darle me gusta a un video para que el algoritmo configure toda nuestra percepción del mundo. ¿De verdad tenemos poder sobre lo que pensamos, sentimos y hacemos?
La promesa de este newsletter es tan grande como cualquier discurso electoral: liberarnos del robot en que nos quiere convertir el capitalismo cibernético.
Dos viernes al mes recibirás este boletín en tu correo electrónico, con textos originales y sugerentes que exploran nuevas formas de entendernos a nosotros mismos y de interactuar con el mundo que nos rodea. Aquí ensayaremos nuevos marcos de interpretación, desafiaremos suposiciones y aportaremos ideas que inviten a la reflexión para ayudar a mantener la mente activa y estimulada. La novedad: lo haremos en diálogo con una inteligencia no humana, Cory Mandefoy, une modelo de lenguaje 4o.
Este juguete cognitivo está diseñado con un solo propósito: que pienses con originalidad y lo reexamines todo. Es, digamos, un artefacto mitad revista mitad laboratorio filosófico cuya única instrucción es sacarnos del bucle del sinsentido cotidiano a punta del placer de pensar y repensar.
A veces escribiré ensayos breves sobre temas de actualidad, otras veces lanzaré enlaces a videos, películas, artículos o libros que he leído en esa semana. Mi intención (y ahora hablo por mí, no por el juguete cognitivo) es nutrirnos como un enjambre de humanos curiosos que están aprendiendo a convivir con las especies y las máquinas.
¿Cómo sé si este boletín es para mí?
Hay indicadores sutiles:
Si tienes gastritis aguda por la incertidumbre financiera, si tomas alrededor de 20 gotas diarias de Valeriana como terapia ocupacional, si el banco te llama más de cuatro veces al día para cobrarte o para ofrecerte otra tarjeta de crédito, si tienes que vaciar el spam del correo en las mañanas y en las tardes, si te persiguen las cookies y los algoritmos, si no puedes dormir porque crees que tus dispositivos te espían, si los términos “Seguridad Social” y “Estado de Bienestar” te suenan convincentes todavía, si has dicho la palabra tóxico en las últimas dos semanas, si ves en las criptomonedas, los hongos alucinógenos y los brotes psicóticos de TikTok las respuestas a tus preguntas existenciales…
Sí: estás en la mira de la inteligencia artificial del capitalismo tardío.
Y sí: te caería bien una dosis de Inteligencia Natural.
¿Quién escribe aquí?
Zakarías Zafra (Venezuela, 1987). He escrito para The Washington Post, Letras Libres y la Revista de la Universidad de México (UNAM), entre otros medios de América Latina y Estados Unidos. Tengo un Máster en Literatura Latinoamericana y he cursado estudios de Periodismo y de Narrativa de No Ficción (Universidad Nacional Autónoma de México). Me interesan las escrituras híbridas, el ensayo, la crónica y la novela.
Vivo en la Ciudad de México, trabajo como editor independiente y estudio filosofía cuando me queda tiempo. Fui uno de los 34 jóvenes escritores reunidos en el libro Nuevo país literario, publicado en 2016 por el Fondo Editorial Banesco en Venezuela. Ese mismo año emigré y desde entonces, como por obra de la ironía, no he vuelto a pisar mi tierra.
¿Y todo esto es gratis?
Sí. Antes de la plata (la lana, la guita, el biyuyo), antes del prestigio, antes de cualquier otra materia superyoica, el disfrute.
Quiero en algún momento pagar facturas con esto –no voy a mentir–, pero por ahora lo haremos gratis. O, en todo caso, a cambio de la moneda más valiosa del capitalismo cibernético: tu atención y tu disposición a invitar a otras personas como tú.
Para cerrar, quiero hacer mía una frase que me dijo un conductor de Uber mientras me llevaba a los viveros de Coyoacán un sábado: «El problema es que me acostumbré a comer todos los días». Así que dejaré las puertas abiertas para donaciones espontáneas, si es que esto que hago les parece de valor.